Bogotá, 26 abr (EFE).- Más de 10.000 personas migrantes y refugiadas esperan en la frontera colombiana para ingresar a Panamá a través de la peligrosa selva del Darién a que los Gobiernos de estos países definan acciones para ofrecerles un tránsito seguro, denunció este lunes el Consejo Noruego de Refugiados (NRC).

«El incremento de personas migrantes y refugiadas cruzando por la peligrosa selva del Darién es preocupante», explicó la directora de país de la ONG, Dominika Arseniuk.

Según datos de la Cancillería panameña, la única que lleva registros, durante los primeros tres meses del año ingresaron a Panamá de forma irregular 7.150 migrantes, y de estos 4.403 lo hicieron en marzo.

«Cinco de cada diez personas que ingresaron a Panamá este año lo hicieron en el mes de marzo. Es urgente que las autoridades de Colombia y Panamá encuentren soluciones compartidas para salvar vidas», explicó Arseniuk a periodistas.

Ahora, según la información del NRC, hay unas 10.000 personas, sobre todo de Haití, Cuba y de varios países africanos, aguardando en la frontera colombiana para poder acceder al país.

Las autoridades panameñas alertaron de un importante y repentino aumento de la llegada de migrantes irregulares a través del Darién y propusieron el 10 de abril pasado a Colombia aplicar un acuerdo que permita controlar ese flujo para que no se aglomeren en los poblados de la línea fronteriza, como ha ocurrido en otras ocasiones.

Ese mismo día, se informó que tres hombres y una mujer murieron aparentemente ahogados en la selva del Darién, la frontera natural entre Colombia y Panamá, cuando intentaban ingresar a territorio panameño.

«Hago un llamado a los Gobiernos de Colombia y Panamá para que garanticen la protección de migrantes y refugiados en esta ruta migratoria. El acceso y tránsito seguro en medio de la pandemia debe ser posible», pidió Arseniuk.

El Darién es una de las fronteras más peligrosas del mundo, debido a los peligros de la propia selva y las inclemencias climáticas, pero también a la presencia de grupos armados y organizaciones narcotraficantes que controlan también las rutas que realizan los migrantes.

Entre Campurganá, localidad colombiana donde comienza la travesía por la selva más cercana a la frontera, y Bajo Chiquito, la primera parada en Panamá, hay apenas 60 kilómetros, pero a los migrantes les lleva hasta cinco días atravesar esta frondosa ruta.

En esos pocos kilómetros, se enfrentan a violaciones de derechos humanos, robos, amenazas, tráfico de personas y agresiones sexuales.

A pesar de todo, cada año miles de migrantes irregulares de Haití, Cuba, África y Asia, movidos por traficantes de personas, llegan a Panamá procedentes de Suramérica y con destino a Estados Unidos para mejorar sus condiciones de vida, en un flujo que ha generado crisis humanitarias en el istmo centroamericano en los últimos años.