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La crisis en Venezuela se profundiza cada vez más. No solo es la escasez de alimentos y medicinas, sino también el recrudecimiento de la inseguridad. Tanto así que ya no solo le roban a uno el dinerito que cargue encima, ahora los delincuentes cargan, además de armas de fuego, puntos de venta inalámbricos para extraer el dinero que se tenga en los bancos. Así sucedió hace poco en una camioneta de transporte público en la que los amigos de lo ajeno vaciaron las cuentas de ahorro y corriente de los pasajeros. 

Pero la peor de la crisis es la moral, esa por la cual el régimen muestra como un éxito el atrapar a un joven hambriento por sustraer cinco auyamas, pero silencia la culpabilidad por narcotráfico de los sobrinos de la pareja presidencial, cuando dicho caso constituye, en mi opinión, un problema de Estado.

Este caso es la comidilla de la comunidad internacional, pero en Venezuela ha servido, afortunadamente, para poner en jaque un diálogo chantajista e hipócrita que nada resuelve, que profundiza más bien la crisis humanitaria moral y ética que atraviesa el país.

Ahora bien, del régimen todo se puede esperar, pero que factores de la oposición se prestaran a ese exabrupto dialoguista es imperdonable. Los resultados no pudieron ser peores. Se acabó con la esperanza del revocatorio, se tildó de fraudulentas las elecciones en Amazonas, se admitió la guerra económica y se puso de lado el acuerdo de destitución de Maduro por abandono del cargo, el rompimiento del hilo constitucional y su doble nacionalidad. ¿Qué ganó el ciudadano? Identificar a quienes practican y adelantan políticas equivocadas de lado y lado.

La unidad sigue de pie, porque si hay algo que nos une a todos es la decisión inquebrantable de salir de la tiranía, superar la escasez de alimentos y medicinas y doblegar a la delincuencia. Ni siquiera la conducta asumida por la «TriMUD» -que le ha granjeado el más profundo rechazo de la mayoría de los venezolanos- nos hará retroceder en esta legítima aspiración de cambio.

Concluyo esta columna repitiendo lo que les escribí en la anterior. Nos toca ahora reorganizarnos en un escenario plural, amplio e inclusivo. ¿Que tomará tiempo? Menos que el invertido, ya que los venezolanos sabemos con quién contamos y con quién no para adelantar acciones definitivas que impulsen la reconquista de la democracia y el sistema de libertades.