Observo con tristeza e indignación cómo miles de compatriotas salen diariamente hacia Cúcuta, Colombia. Según cifras oficiales, unos 25 mil venezolanos abandonan el terruño cada día en busca de un plato de comida. Allí, en el Norte de Santander, sus habitantes han acogido a nuestra gente. Para ellos, nuestro eterno agradecimiento.

Los colombianos que hacen vida en ese municipio se han organizado formando pequeños refugios donde brindan, al menos, una comida diaria a nuestra diáspora, esa que ya no sale con la esperanza de una mejor calidad de vida, sino en busca de algo que calme sus estómagos vacíos. Las imágenes son dramáticas, algo que solo vi en las películas y documentales que nos narran las vicisitudes de otros pueblos que escaparon de sus países producto de las guerras. Venezuela vive una. Somos un país ocupado por grupos terroristas, narcotraficantes, y por gobiernos extranjeros, donde Cuba lleva la batuta. Ellos se han apoderado de nuestras riquezas, espacios y vidas.

Los venezolanos que nos mantenemos aquí nos hemos sentido desamparados en las últimas semanas. Y es que por un lado, el régimen pretende eternizarse en el poder a través de una ilegal e inconstitucional Constituyente cubana cuyo objetivo es profundizar el totalitarismo y por otro, tenemos una unidad de partidos que buscan espacios, esos mismos que le fueron arrebatados a diputados electos con el voto popular, los mismos espacios sustraídos a alcaldes como Antonio Ledezma, Alfredo Ramos, David Smolansky, Gustavo Marcano, entre otros y se nos pide que les acompañemos en otra elección manejada por el mismo CNE que denunciaran por tramposo y que perpetrara el mega fraude del 30 de julio. Nos afirman que serán muchos «los espacios que se podrán ganar» ¿por cuánto tiempo? ¿les bajarán los recursos?

Los sondeos de opinión señalan que los venezolanos aspiran a que se afronte con determinación y firmeza lo sustantivo: la crisis humanitaria que avanza cobrando vidas, sobre todo de los más pequeños, según lo revela un informe de la Sociedad de Pediatría que señala que el 80% de infantes menores de cinco años de edad sufren algún grado de desnutrición. Muchos recién nacidos, mueren a los pocos días.

No hay gobierno que se ocupe de la urgencia, ha dejado solo al pueblo con el problema del hambre, la falta de salud, la inflación y la inseguridad. No compra alimentos, sino armas para reprimir. Maduro se preocupa por la posibilidad del bloqueo petrolero, pero aúpa el bloqueo de alimentos. Eso no cambiará hasta que no cambiemos a quien lo produce. Si hay una coalición para acabarnos ¿cuál es el complejo de aceptar la ayuda de los gobiernos demócratas del mundo para que entren alimentos, para salir de la tiranía?

Amigo lector, de esta pesadilla saldremos porque nadie puede parar a una sociedad decidida a cambiar. Confiemos en nosotros que hemos demostrado aquí y afuera que tenemos capacidades para organizarnos. Hemos realizado con las uñas y con éxito un plebiscito reconocido por el mundo. Hemos llenado las calles de miles de manifestantes, recogido millones de firmas y fuera los venezolanos también se han organizado para hacer valer su opinión y recoger los alimentos y medicinas que aquí escasean. Somos una extraordinaria sociedad civil!

 

Por eso, tenemos una vez más que formar una gran coalición para adelantar un plan contra el hambre, sabemos de grupos que dan una mano al que más lo necesita. Pero debemos ampliar la gestión mientras dure la emergencia al tiempo de continuar la lucha para lograr el cambio de sistema, pero no podemos esperar a que éste se produzca para dar una mano al que poco o nada tiene. Unámonos todos contra el hambre.

No estamos solos. Más de 50 países nos acompañan, desconocen al régimen y lo califican de narco Estado. Por eso levantemos el ánimo y confiemos en nosotros y en nuestras capacidades. ¡Sí vienen tiempos mejores!