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Así, de a poco, van saliendo los venezolanos a la calle a protestar. Sin banderas, solo con el grito «y va caer, y va caer, este gobierno va a caer». El pueblo tiene hambre, ese que la revolución dice y repite una y mil veces «que ama» pero al que le niegan la comida, la medicina y la seguridad. El ciudadano ya sabe de sobra que: comercio tomado, comercio arrasado. No hay harina, ni azúcar, arroz, café, y lo que se encuentra es incomprable. ¡No hay bolsillo que aguante la descomunal inflación que ronda el 900%! La última ocurrencia del régimen ha sido robarse las panaderías y apresar a sus dueños por el delito de producir cachitos y dulces.

Esta infame apropiación fue ordenada por Tareck El Aissami, con la excusa que los dueños de las panaderías llevan a cabo «la guerra del pan». La única guerra que se libra en esta Venezuela, por ahora, es para sobrevivir a una revolución que ha hundido al país y su gente en la miseria, un socialismo del siglo XXI que prohíbe comer y que amedrenta a los ciudadanos con bandas armadas (colectivos) creadas y financiadas desde el régimen para, infringiendo temor, mantener a una colectividad apaciguada y doblegada. ¡Que poco conocen el colombiano y el sirio, presidente y vice respectivamente, a los hombres y mujeres de esta tierra, que aguanta, sí…hasta que se revela.

Comenzó esta tiranía expropiando tierras productivas, cementeras, compañías eléctricas, arroceras, productoras de pastas, centrales azucareras, molinos, bancos, medios de comunicación, minas, empresas metalúrgicas y siderúrgicas, edificios, galpones, estacionamientos, universidades, envasadoras de vidrios, aluminio y cartón, papeleras, puertos y aeropuertos, cadenas de frigoríficos y lácteos, hoteles, centros comerciales, textileras, supermercados y ahora… le tocó a las panaderías. “Con hambre y sin empleo con Maduro me resteo” no es verdad. Pero sí es cierto que «amor con hambre no dura”.

El país real se hizo sentir la noche del 21 de marzo en Caracas, cuando el pueblo protestó a escasas cuadras de Miraflores, sin miedo o sobreponiéndose a él. Quizás por la calentura que ya se advertía en las calles, la Asamblea Nacional decidió respaldar el informe Almagro, asunto que celebramos, a pesar de que el mismo se haya cristalizado con más de una semana de atraso. Positivo el hecho de que el parlamento haya apoyado la activación de la Carta Democrática, aunque algunos diputados «opositores» hayan faltado a tan importante sesión. Solo esperamos que este acuerdo no quede como el del pasado 9 de enero, fecha en la cual la AN destituyó por «abandono del cargo» a Maduro como presidente. Al día de hoy esos mismos diputados no han hecho valer lo acordado. ¡Qué no se repita!