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En la fantasía del placer abundan las imágenes de orgasmos explosivos e instantes de iluminación repentina, o incluso, las dos experiencias simultáneas. Mucho se ha especulado sobre los efectos del sexo y la meditación en nuestra mente, pero ahora, gracias a las resonancias magnéticas y la neurociencia, es posible entender lo que sucede con el cerebro cuando llegan esos momentos de gracia. Y la conclusión es que ocurren reacciones similares ante el placer que nos brindan.

En el plano cerebral lo primero que se observa es la activación de los hemisferios. Con el sexo se enciende el hemisferio derecho, con la meditación el izquierdo, pero en ambas experiencias, ocurre una comunicación bilateral en el cerebro que logra disminuir la sensación de dolor, se genera una pérdida de la capacidad de auto observación y se reduce la percepción de los límites corporales.

En otras palabras: el estado de placer y gracia que acompaña tanto al orgasmo como al nirvana nos dice que no hay blancos y negros cuando hablamos de sagrado y mundano. Y además que nuestro cerebro, sometido a estas experiencias, responde de manera parecida.

Lo interesante, como señala un artículo en Scientific American, ocurre con nuestra identidad del ser (ego) y la auto observación. Acá hablamos de la capacidad de “registrar lo que nos está ocurriendo”, lo que implica una observación y análisis constante de las situaciones que nos ocurren, y por lo tanto, la creación de una cantidad de historias que nos contamos a nosotros mismos para “organizar” la experiencia consciente. Esta, en mayor o menor grado, se va de paseo cuando llegamos al climax.

Y si has experimentado un orgasmo de alta potencia, o te has acercado al Nirvana, sabrás que en ese momento “el mundo se esfuma” y la mente se queda con muy poco, o casi nada. Sólo conciencia.

La búsqueda de estas investigaciones es entender la neurociencia detrás de nuestras  experiencias. Muchos sexólogos dicen que nuestro principal órgano sexual es el cerebro, porque allí generamos los pensamientos erotizantes que hacen del sexo un placer más elevado. Y algo similar podemos decir de la meditación, donde la observación de la actividad mental, un producto del cerebro, permite crear un distanciamiento entre los pensamientos y la conciencia.

Es por ello que hay cada vez mayor énfasis en conectar ambas experiencias para alcanzar una mayor profundidad y placer en el encuentro con la pareja y con uno mismo. Por ejemplo, Nicole Deadone habla de la Meditación Orgásmica como una técnica para despertar nuevas sensibilidades en la pareja para vivir el encuentro sexual más allá del cuerpo.

Pero claro, una cosa es sentarse a respirar y ver pasar los pensamientos, y otra son los jadeos y gemidos que acompañan el vaivén de la pareja mientras hace el amor. Lo que sí es cierto es que en ambos casos hay un placer que inunda nuestro cerebro y nos permite acercarnos a otros estados mentales… y a nuestro ser amado.