La Organización de las Naciones Unidas fue creada para ayudar a recomponer el orden global tras los efectos nefastos de dos guerras mundiales y, garantizar un mínimo de equilibrio en el mundo.

Con el paso del tiempo, y a pesar de que han surgido otros organismos internacionales y regionales que, en principio, trabajan por la economía, los derechos humanos y en general por el desarrollo de los países; en las últimas cuatro décadas han ocurrido 240 conflictos internos y 22 enfrentamientos entre países en el mundo, por múltiples causas que van desde elementos económicos, políticos, ideológicos, culturales y religiosos.

Solo por mencionar algunos de estos conflictos, hoy, en Siria, la República Centroafricana, Sudán del Sur, Yemen, Burundi, Irak, Siria, Líbano, Libia, Afganistán, Egipto, Nigeria, Ucrania, Gaza, Mali, Somalia, República del Congo, y en nuestra región tenemos los casos de Nicaragua y Venezuela.

A partir de la Declaración de los Derechos Humanos aprobada en 1948, los conflictos mundiales han causado cerca de 52 millones de personas refugiadas y la cifra sigue en aumento cada día.

Entonces, surgen las preguntas, ¿qué hacen todos estos organismos internacionales y regionales para detener tanta belicosidad?, ¿por qué sus acciones son tan lentas y poco eficientes?, ¿cómo es que, anualmente se gastan miles de millones de dólares en financiar estos organismos y cada día hay más conflictos?.

Son preguntas que aterran, pues pareciera que nos acostumbramos a aceptar en los medios de comunicación estos conflictos como acciones cotidianas. Vemos a centenas y miles de muertos, los grandes desplazamientos de millares de personas que huyen de los conflictos y permanecemos impávidos, como si estuviéramos anestesiados, no reaccionamos y, peor aún, ahora, la oleada de reacciones xenofóbicas que se ejercen contra los desplazados y, nada pasa.

No estamos en una era de cambios; estamos en un cambio de era. Trayendo consigo grandes avances para el mundo, pero, mientras esos avances –tecnológicos en las comunicaciones, en medicina, agricultura y casi todas las esferas de la vida- también generan grandes desajustes, situaciones que cada día se agravan más, haciendo que las desigualdades sociales se profundicen y terminan generando los conflictos que vemos a diario en la aldea global.

Por ejemplo, el hambre, afecta a más de 870 millones de personas alrededor del mundo. La contaminación y sus efectos sobre el cambio climático son más evidentes cada día. Los desastres naturales generan consecuencias devastadoras para las poblaciones más vulnerables y sus incidencias sobre las cosechas son enormes y están generando grandes hambrunas.

Alrededor de 1 billón de personas no tienen agua potable. La electricidad se convirtió en una parte vital en nuestras vidas, pero, más de una cuarta parte de la población del globo terráqueo vive sin electricidad.

La salud, en pleno siglo XXI, donde en los últimos 30 años hemos logrado más avances que en los dos últimos siglos, pues unos 800 millones de personas no tienen acceso en absoluto a un sistema de cuidado mínimo de la salud.

El VIH es una de las grandes epidemias en los países del tercer mundo. Hay más de 40 millones de personas que viven con el SIDA y, en muchos de esos países, a diario mueren personas, porque, o bien no tienen acceso a los medicamentos por los costos que estos tienen, o bien porque, acceden a medicamentos falsificados.

Según el estándar de las Naciones Unidas, personas que viven con $2,5 por día o menos son consideradas pobres. Si viven con $1,25 por día o menos, se considera la pobreza extrema. A día de hoy, aproximadamente 1 billón de personas que viven en la pobreza, son niños.

El racismo, la discriminación y la xenofobia crecen a diario, siendo otra fuente de confrontación en el mundo. Desde la discriminación sexual, de género, religiosa o económica, están muy presentes en muchos Estados.

Adicionalmente, los países en desarrollo tienen serios problemas con la corrupción. Todos los problemas de corrupción conducen a guerras frías, guerras civiles, guerras de religión y así sucesivamente.

Como si fuera poco, la Corte Penal Internacional, el organismo que debe combatir la impunidad y castigar los graves crímenes en el mundo, en sus 14 años de trabajo solo ha dictado 4 veredictos y gastado más de 2.000 millones de dólares.

O detenemos esta locura, o nos acabaremos entre nosotros mismo.

El nuevo orden internacional tiene que hacer grandes cambios y definitivamente, los Millennials y los Centennials tienen que asumir el liderazgo y parar tanta locura y lograr un mundo más justo, incluyente y solidario.