Este síndrome es una afección a veces muy difícil de diagnosticar y el cual no se termina de entender por completo. A pesar de tratarse de un problema físico, también tiene componentes psicológicos. Esto significa que una persona puede presentar síntomas físicos, como dolor de cabeza o de las articulaciones y a la vez presentar síntomas emocionales, como pérdida de interés en sus actividades favoritas.

Para complicar todavía más las cosas, distintas personas pueden presentar síntomas diferentes y a menudo se parecen mucho a los de otras enfermedades, como la mononucleosis, la enfermedad de Lyme o la depresión. Incluso, los síntomas pueden variar a lo largo del tiempo en un mismo individuo. Todo esto hace que el tratamiento resulte un poco más complicado ya que no hay ninguna medicación que permita resolver todos sus síntomas.

Las personas que lo padecen podrían experimentar los siguientes síntomas: fatiga, dolor de cabeza o de garganta,  áreas del cuello o axilas dolorosas o sensibles al tacto debido a ganglios linfáticos (o nódulos linfáticos) inflamados, dolor muscular, dolor que pasa de una articulación a otra sin hinchazón o enrojecimiento. Pérdida de memoria o de concentración. Problemas para dormir, cansancio extremo por más de 24 horas después de hacer ejercicio.

Esta patología afecta a personas de todas las edades y grupos étnicos, pero a más mujeres que hombres. Es poco frecuente en los niños. Afecta a algunos adolescentes, pero tiende más a afectar a personas de entre cuarenta y sesenta años.

En cuanto a su origen, los científicos llevan más de 20 años investigando pero siguen sin saber con seguridad su verdadera causa. Se cree que la forma en que interactúan ciertas afecciones con el cuerpo y la mente puede predisponer a algunas personas a padecer este síndrome. Por ejemplo, si alguien contrae una infección vírica y está bajo mucho estrés, la combinación de estos dos factores puede predisponer a esa persona a desarrollar el  síndrome.

Hoy en día, los médicos creen que los siguientes factores pueden interactuar, exponiendo a algunas personas a desarrollarlo: 1. Ciertas infecciones como el virus del sarampión o el de la mononucleosis, aunque con este virus no se ha confirmado una relación casual. 2. Problemas en el sistema inmunitario como las alergias.  3. Estrés emocional, por disminución de sus hormonas como el cortisol afectando el sistema inmunitario.

Su diagnóstico a veces se presenta complicado y difícil. El primer paso es ver si existe otra causa que pueda explicar la fatiga. El especialista revisará los síntomas, los antecedentes  médicos y practicará un examen físico exhaustivo. Es posible realizar algunos análisis de sangre pero, a menudo, dichos análisis no son útiles para el diagnóstico.

Los CDC (Centros para el Control y la Prevención de Enfermedades) han establecido dos criterios para guiar a los médicos en el diagnóstico:

  1. Fatiga inexplicable que dura seis meses o más.Las personas se sienten agotadas y su cansancio y falta de energía puede durar meses, sin que haya una causa evidente del mismo.
  2. Presentar cuatro o más de los siguientes síntomas: problemas de concentración y memoria a corto plazo, dolor de garganta, ganglios linfáticos inflamados y dolorosos al tacto, dolor muscular, dolor articular en ausencia de inflamación o enrojecimiento, dolor de cabeza más fuerte o distinto del habitual, sueño reparador (es decir, no sentirse descansado ni siquiera después de dormir, cansancio o agotamiento que dura más de 24 horas después de hacer ejercicio físico

No se conoce aún una cura específica para el síndrome de fatiga crónica. Pero, aunque no hay ningún tratamiento rápido y definitivo, los expertos afirman que los siguientes cambios en el estilo de vida pueden ayudar:

Incluye un programa de ejercicios, regular y cuidadosamente diseñado. El ejercicio físico puede tener efectos curativos, ya que aumenta los niveles de energía y favorece la sensación de bienestar.

Utilizar técnicas de control del estrés. Una dieta sana, pue alimentarse bien puede ayudar a minimizar los síntomas y el malestar general. Se recomienda evitar las comidas copiosas, el alcohol, la cafeína y grandes cantidades de comida basura.

La acupuntura, el reiki, el masaje, los estiramientos, el yoga y el tai chi también son recomendados. Aparte de los cambios en el estilo de vida, ir regularmente a un psicólogo o terapeuta titulado puede ayudar mucho en el tratamiento.

Los principales objetivos de la terapia son ayudar a la gente a afrontar la enfermedad y sustituir los pensamientos negativos o poco realistas por otros positivos y realistas. Tener una actitud positiva y creer en la propia mejoría es de gran ayuda.