Opositores del régimen de Maduro. Foto: EFE.

Las declaraciones del General Padrino López, ministro de la defensa, y la respuesta que diera a estas Henry Ramos Allup, presidente de la Asamblea Nacional, no tienen parangón en la historia política venezolana. Nunca antes hubo una cabeza militar tan servil que vestido de uniforme verde oliva, diera declaraciones tan políticas, así como nunca se habían producido un choque de poderes tan evidente como el que hemos presenciado.

Maduro salió a restearse con sus funcionarios, total es lo único que le queda, ya que, hasta dentro de las filas del oficialismo comienzan a hablar de la necesidad de que el indocumentado salga de Miraflores. Así lo ha expresado esta semana en la página oficialista Aporrea.com alguien que firma como Felipe Peña quien nos deja esta perla: «No podemos culpar a la oposición del desmoronamiento del chavismo, porque la culpa de esto viene de nuestras propias filas. Lamentablemente los chavistas no supimos actuar a tiempo para exigir una renovación en nuestros liderazgos, no supimos hacernos escuchar y respetar; ahora estamos padeciendo nuestra propia pasividad ante los hechos que estaban pasando dentro de nuestro propio movimiento, que no supimos corregir a tiempo, y hoy es demasiado tarde».

El 14 de abril pasado les comentaba sobre un informe que me había sido enviado titulado: «Para garantizar el futuro de la Revolución Bolivariana». En el mismo, militantes del PSUV alertaban sobre lo que hoy acontece: la caída definitiva del chavismo. Señalaban a la organización de «autoritarismo, sectarismo, corrupción y falta de liderazgo…» por lo que se hacía necesario e impostergable «el combate a las desviaciones dentro del proyecto». Agregaba también que Maduro «no pudo superar los difíciles retos de la realidad nacional» y que si era removido por el asunto de su presunta nacionalidad colombiana, los consecuencias negativas para el chavismo serían devastadoras, se hundirían junto con él los poderes públicos, así como «el prestigio» del PSUV. Por eso el informe planteaba que fueran «sus propios camaradas quienes en privado le propusieran la renuncia, justificada públicamente con cualquier otro motivo, para que así pudiese asumir el vicepresidente hasta nuevas elecciones y tener cierta posibilidad de éxito». Nada se hizo, el sectarismo, la corrupción y el narcotráfico se impusieron por un tiempo, el barco se hunde, sin que nadie pueda reflotarlo.

Nicolás Maduro se irá. Y ya no importa si muestra o no su partida de nacimiento, sabemos que no es de aquí, lo sabe el mundo entero. Es un usurpador de identidad y del cargo. Nunca debió ser canciller, ni vicepresidente y mucho menos presidente.

Cerró su salida, menos deshonrosa, obstruyendo la vía electoral con la ayuda de sus rectoras. Ahora el venezolano está dispuesto a no dejarse apabullar por nadie. Quiere un presente y un futuro en libertad, sin colas ni desabastecimiento. Desea el reencuentro con familiares y amigos que fueron echados del país. Aspira seguridad física y jurídica, esa que nos ha sido arrebatada por 18 años. Quiere poder mostrar su pasaporte venezolano sin pena de ser calificado, injustamente, como narcotraficante. Aspira otra cosa, que no es la que hay.

¡Todos a la calle!