Por:  Carlos Blanco (*)

@carlosblancog

1- Venezuela es una nación destruida. Más adelante será otra vez una nación. Allí participarán los millones que están dentro y los millones que caminan por el mundo. Venezuela desparramada por otros territorios es una realidad social, política, económica y cultural de inmensas proporciones cuyos alcances todavía no se advierten con suficiente claridad.

2- La diáspora venezolana es desigual. Han sido oleadas sucesivas, diferentes en su composición social: unas empujadas por la carencia de futuro y otras por la carencia de presente, todas amputadas de pasado. Los que se fueron en la década de los noventa porque sentían el resoplido de la bestia y tenían los medios para irse, otros al comienzo de los 2000 porque le vieron la cara al gorilaje entonces haciendo el papel de tiernos amigos de los pobres, luego los asediados por todas las hambres y con la sensación de derrota en todas las luchas. Millones; millones de seres humanos, donde cada uno es un nombre, un apellido, una forma de querer, un lazo roto, una nostalgia y un deseo de bracear desde el fondo que ahoga, hasta la superficie.

3- Cada motivo ha sido único aunque se parezcan los de unos y otros. Sin contar con los que han querido irse y no han podido, con los que se han ido y han tenido que regresar o han querido volver porque “prefiero pasar trabajo con los míos que allá lejos”. La realidad de fondo es que la población venezolana se reconstituye de una manera sorprendente en muchos países, lo que incluye aquel que con evocación llamamos Venezuela. Estar fuera porque se quiere viajar, por motivos profesionales o académicos, por el ejercicio de la libertad que tienen los ciudadanos del mundo, es una cosa; pero otra muy diferente es irse porque al abrir la puerta de la casa ya no hay calle ni vecindario sino un inmenso hueco producido por la devastación.

4- Hay un minúsculo sector de las élites rosadas, que es el sector adaptativo, “optimista” y colaborador, que proclama la buena nueva de la normalización; sin embargo, hay que preguntarse sobre cuál normalización hablan y para quiénes. Hay dolarización perversa, acompañada por sus dosis de lavandería monetaria (legal e ilegal), incremento notable de importaciones, dotación de tiendas y automercados, restricción del flujo de bolívares y consiguiente disminución de la inflación, con el hecho inevitable del goteo hacia los de abajo en proporciones variables y siempre escasas respecto de las necesidades.

5- Así se ha creado una economía zombi en la cual la normalización implica que las distancias entre los de arriba y los de abajo se incrementan. La necesidad de (re)buscar dólares a como dé lugar ha dado espacio a la destrucción del empleo formal fijo. Trabajar a tiempo completo para tener un sueldo en bolívares es empleo de aventura; muchos prefieren otra aventura que consiste en tener dos, tres o más empleos, según las posibilidades. Los de la élite rosada llaman a esto emprendimiento cuando en realidad es desesperación.

6- Ese país de la diáspora ha sido tratado la mayoría de las veces desde la perspectiva humanitaria, lo cual es indispensable. Así, ha habido apoyo de gobiernos, ONG y organismos multilaterales para darle cobijo a los conciudadanos que han emigrado por millones. Cabe destacar el papel excepcional, solidario, del gobierno de Colombia y de la mayoría de los sectores de ese país. Ese flujo ha sido en su inmensa mayoría de ciudadanos de bien, trabajadores, esforzados, deseosos de mantener o levantar sus familias, desarrollar sus profesiones o estudios, donde también se han mezclado malandrines y hampones en una ínfima pero ruidosa proporción.

7- El caso del gobierno de Trinidad y Tobago es el otro extremo por miserable, criminal, discriminatorio y brutal. El más reciente testimonio es el asesinato de una criatura por parte de policías o soldados trinitarios que dispararon contra una embarcación de ciudadanos desesperados, en huida del hambre para llegar a la muerte. No tienen perdón de Dios.

8- Se han visto manifestaciones de xenofobia en varios países; en unos casos por la acción de delincuentes de origen venezolano, lo que genera rechazos que a veces se desvían a generalizaciones por la nacionalidad, en vez de ser tratados como simples delincuentes que merecen ser sancionados; en otros casos porque son o se les ve como oferta de mano de obra que compite con la local y como gente que presiona sobre la provisión de servicios, los espacios y el presupuesto públicos.

9- En todos los países hay movimientos de opinión de líderes significativos que enfrentan la xenofobia y reconocen el aporte de los venezolanos como esforzados trabajadores y profesionales de primera línea. Hay excepciones con líderes irresponsables que estimulan la segregación; pero, parecen ser los menos.

10- Pienso, sin embargo, que hay tareas de la diáspora que están pendientes. Lo primero que diría es que me parece enteramente inapropiado responder a las dificultades de los venezolanos afuera con el recordatorio de cómo el país recibió con generosidad y alborozo a muchos migrantes de otros tiempos. No solo es torpe sino que esa, en todo caso, es tarea de los líderes de los países receptores de la migración y muchos lo hacen al encomiar los aportes de los venezolanos y recordar sus propias historias, o la de sus mayores, en nuestro país.

11- Además, hay otro tema que puede resultar polémico: la actitud no debería ser la de apocarse por haber tenido que emigrar a otros sitios, sino la de ciudadanos del mundo que se instalan en otros países, con todos los derechos que tienen los ciudadanos o visitantes, siempre en acuerdo con las leyes y costumbres que en ellos imperen. No como residentes que tienen que hacerse perdonar el atrevimiento de vivir en lugares diferentes sino como pobladores respetuosos, gentes de la nación en la cual viven.

12- Para lograr tal propósito, el de ciudadanos con derechos y, por supuesto, con obligaciones, es indispensable intervenir como fuerza de opinión en los asuntos de los lugares en donde se está. Los que posean derechos políticos hasta donde los tengan y, en general, organizarse, hablar alto y escribir en donde se pueda, actividades destinadas a disponer del poder necesario para actuar cívicamente y recibir un trato también cívico. No es “meterse en política” sino elevar la voz hasta donde se pueda, conforme a las leyes locales; seguramente no alineados en torno a una figura única o un partido, sino en diferentes posiciones pero con la base común de la venezolanidad.

13- Actuar como fuerza de opinión pública dentro de los países en los cuales están cientos de miles y actuar hacia Venezuela, mediante el ejercicio de la presión debida para que los gobernantes e instituciones de los respectivos países coloquen en los primeros lugares de la agenda el tema nuestro, se convierte en indispensable tarea del momento.

14- La diáspora como parte de la nación en construcción tiene una tarea compleja pero indispensable. Unos regresarán, otros no; pero, en todo caso, la base común permitirá cooperar en las tareas descomunales del porvenir. Eso no es “para después”, sino ya, en cada ámbito de acción. Explicar la magnitud del desastre, promover la acción de gobiernos para que Venezuela sea centro de atención; escribir en la prensa, enviar cartas a los parlamentarios, detectar oportunidades de inversión para el futuro entre inversionistas de los países donde se está y grupos venezolanos, difundir los elementos de la cultura, hacer encuentros con autores, músicos, intelectuales; tomar los casos de los presos políticos, con nombre y apellido, sobre todo los más olvidados; todas son tareas indispensables, urgentes y viables.

15- Muchos lo hacen; hay organizaciones creadas y otras en marcha, pero por parte del liderazgo político interno se requiere una conciencia clara del singular papel de los venezolanos en el mundo. No solo de los nativos sino de las centenas de miles de extranjeros que hicieron de Venezuela su patria y que se han ido a sus países de origen; ellos también forman parte de la diáspora.

16- Venezuela es un país que hoy se establece en muchos territorios en el planeta, incluido el original al norte de Suramérica. Esa situación, producto de la desgracia, puede ser convertida en maravillosa oportunidad; muchos lo hacen por su cuenta, pero podría ser un vastísimo y organizado movimiento internacional.

(*) El autor es doctor en Ciencias Sociales, Consultor Internacional, docente, articulista, analista político y escritor.