Definitivamente, vivimos en un continuo sube y baja de emociones. Hace unos días llorábamos el asesinato de Neomar (por no seguir echando para atrás y tener que mencionar a los muchachos-héroes anteriores). A los pocos días ganó la Vinotinto; después debemos llorar de nuevo a otro joven llamado Fabián y en estos días otro niño que se va en Turmero, llamado Yofre. Y ahora el cuento del helicóptero que lanzó granadas que no explotaron.

A esto debo agregar, sin comentarios, el empujón que le dio un mamarracho vestido de militar a Julio Borges. Hubiese querido ver a Ramos Allup siendo empujado… Hubiera sido tremenda escena para la novela.

Mientras nosotros subimos y bajamos como carritos chocones de emociones, la OEA se va de receso.

Ya, mientras uno escribe, no se sabe si al terminar la página, ya hay otro desenlace.

Pero dentro de todo esto, aparece de este lado de la acera, una señora llamada Luisa Ortega, a quien conocemos desde hace aaaaaaaños. El sentir general -de este lado de la acera- es no mencionarla para mal y darle gracias a Dios, de que por fin se da cuenta de lo que pasa en su país.

Pero es que me vienen a la mente las palabras y consejos de mi abuela: Hmmmmmm. Qué bueno que opine y qué bueno que se dé cuenta. Pero escuchándola el otro día preguntándose cuánto cuestan las tarimas que monta Nicolás y cuánto cuestan los equipos de sonido… me acuerdo de una actriz de Hollywood a la que le preguntaron (por joder) su opinión sobre el aumento de ciertos alimentos en Estados Unidos. La cara de esa señora fue de fotografía, y contestó muerta de risa, que la última vez que había al supermercado, nada valía más de un dólar.

Ahora bien, tomando en cuenta que esta señora (la fiscal) no habrá hecho mercado en 18 años, uno podría creerle (si uno es suficientemente idiota) que no sabe que las cosas han subido. Pero de ahí a no haber visto tarimas, micrófonos y rumbas de rumbas montadas por todo el país desde el difunto (que en su quinta paila esté) hasta ahora… por fabóóóóó.

También nos dice que a los muchachos no se les pueden meter presos sin el debido procedimiento… ¿En serio? ¿Será que aparte de las tarimas y micrófonos, ella no sabe que Leopoldo y un pocotón de gente están en esas condiciones? Porque no fue ella que metió preso a Leopoldo, ¿verdad?

Ah claro… Es que ahora es que se da cuenta porque han pasado 18 años, y ahora es que puede opinar porque es mayor de edad. Me quedo anonadada con la propiedad con la que habla. Claro… Ahora está de nuestro lado, y no es cuestión de estarle sacando los trapitos…Por ahora.

El otro que sí es verdad que lo puede atropellar una rueda de tomate, es el pobre Tarek. El aún no se ha dado cuenta de nada. Para él las tanquetas echando chorros de agua, es porque están lavando las calles que bien sucias que estaban. Los muchachos que están en las calles, es porque están en las caravanas esas que se hacen en nuestro país, cuando se gradúan, y el edificio al que entraron en el Paraíso, llevándose todo por el medio, es porque la tanqueta perdió los frenos.

Ese bobo de la yuca (que se hace el bobo) aparte de la arrechera que da verle la cara, debería esconderse y ni siquiera verse en el espejo por la vergüenza. Peeeeroooo…. Es que él tampoco tiene la culpa. En el gimnasio se gasta mucho tiempo y el dolor que causan las depilaciones, nubla la mente.

En fin, deberíamos hacer una novela con estos dos personajes, que podríamos llamar “Los Miserables” o para no ser tan directos “Sansón y Dalila” o “Espartaco y María la del Barrio” o “Los Ricos también lloran”. Este último título les viene al pelo, porque de que están forrados, están. Póngale usted el título. Pero, en definitiva, esto es una novela, y ellos son los malos.

Me perdonan los que creen en Luisa.

Cariños y hasta la próxima…