Del Mastro trabaja como entrenador principal del club Synchro y Colegio Javier de Panamá. Foto: David Alejandro Chacón.

Nació en Milán, llegó a Venezuela con apenas 22 años de edad y actualmente se encuentra en Panamá

 

Un viaje a Guayaquil, Ecuador, cambió su vida. Con tan solo 22 años de edad y en el papel de asistente técnico de la selección italiana de nado sincronizado, Luca del Mastro llegó a tierras meridionales para disputar el Mundial de la especialidad en 1982. El milanés ni siquiera olfateó lo que estaba por ocurrir.

Durante uno de los entrenamientos, se le acercó una dirigente deportiva venezolana y le comentó que en el Zulia estaban interesados en contratar a un técnico extranjero que pudiese trabajar con un club de nado sincronizado.

“Solo fue un acuerdo verbal, nada firmado, pero acepté el reto y me aventuré. Ese Mundial fue en agosto de 1982 y meses después, en noviembre, estaba volando hacia Venezuela desde Italia. Llegué primero a Caracas solo y de madrugada, esperé que amaneciera para tomar el avión a Maracaibo y comenzó la aventura. Así lo llamo yo”.

Se enamoró

Del Mastro fue precavido. Tenía listo un pasaje de regreso a Italia por si el plan no funcionaba. “Recuerdo que lo que más me pegó fue el calor. Me mantenía metido en la piscina. También haber dejado a mi madre, aunque ella es fuerte, fue otra cosa dura porque soy hijo único”, recordó.

En la piscina, durante los entrenamientos, todo era felicidad hasta que llegaba al cuarto que le fue asignado para dormir en una de las instalaciones deportivas del estado Zulia. Era inevitable, fue muy duro pensar en la Italia de sus amores que dejó a tan corta edad por emprender una nueva vida.

“Lloraba desconsolado. Estaba solo, no tenía amigos, y aunque el marabino es muy echador de broma, la adaptación costó un poco. Recuerdo que para la época yo llegué con la moda de usar bermudas y varias veces en la calle la gente me tiró monedas como tratándome de decir que comprara pantalones largos, que era lo que estaba acostumbrado en Venezuela para la fecha”.

“Comprá medias”. Del Mastro, hoy con 58 años de edad, jamás olvidará esa frase que también tuvo que ver con su vestimenta, pues como era costumbre en Italia, los zapatos mocasines se usaban sin calcetines.

“Estaba de cumpleaños y todos los regalos, como 15 más o menos, fueron pares de medias. Me llamó la atención y pregunté por qué todos los presentes eran medias y me dijeron, con algo de pena y broma a la vez, que pensaban que no tenía plata para comprar medias”, explicó entre risas y con esa mirada perdida que a la vez busca encontrarse de alguna manera con algo vivido.

El bendito dinero

Tampoco estaba muy alejado de la realidad el que no tuviese casi dinero. Llegó a Maracaibo con 800 dólares, que para la fecha, 1982, estaba equiparado con el bolívar en cuanto al cambio. “Un dólar por un bolívar, recuerdo, pero…llegó el no muy bien recordado viernes negro (febrero de 1983) y pasé a tener, en menos de un día, menos de la mitad”.

El panorama lucía incierto. Para ahorrar dinero almorzaba mangos y solo compraba o hacía comida en la cena. Todo era un sacrificio porque el pago acordado se lo darían al final de su contrato.

El dinero llegó pero con una mala noticia. “No me podían renovar y me sentí decepcionado, fue un golpe muy duro, sin embargo me hicieron otra promesa y me quedé por más de 30 años en Venezuela”.

La tierra de Bolívar, que define como su segunda patria, le brindó múltiples oportunidades deportivas y familiares. Compró su propia casa, que aún mantiene. “Fueron mis mejores años. El venezolano es muy abierto, muy amable, servicial y estoy agradecido por todo”, expresó del Mastro.

Otra oportunidad

En 2015 volvió a emigrar, ahora a Panamá y con diferentes motivos. Venezuela, sumergida en una grave crisis económica y política no es la misma que lo recibió con oportunidades de crecimiento profesional y personal.

“Pocas cosas en la vida me han costado más que dejar Venezuela. Añoro los chistes, la calidez de la gente, pero los inmigrantes tenemos que ser guerreros. Joven, sin responsabilidades, busqué crecer profesionalmente y conocer mundo, ahora con esposa e hijos, busco tranquilidad, futuro para los míos y, lamentablemente, la tierra que me recibió en 1982 se alejó de eso”.

Panamá le abrió las puertas de inmediato y ya con más de dos años de experiencia, puede decir que se siente uno más de la sociedad. “No es fácil dejar la tierra de uno. Hay quienes lo hacen una vez y casi que no pueden, imagínate yo que llevo dos despedidas”, cerró.