Mitzy Capriles de Ledezma

Mentiras y más mentiras fue lo que sobresalió en la larga perorata que Nicolás Maduro escenificó en la inconstitucional y fraudulenta Constituyente, ante una audiencia cautiva donde se veían las mismas caras recicladas a lo largo de estos últimos 18 años. Los desgastados argumentos, aderezados con malos chistes y payasadas, no entretienen a nadie con elemental sentido común, mucho menos a un pueblo agobiado por una infinidad de problemas, comenzando por la hambruna que se profundiza en un país donde comer se hace muy difícil para una familia que todos los días confirma que los precios de los artículos esenciales aumentan escandalosamente, y que eso es en la vida real lo que técnicamente se llama inflación.

Ante esta tragedia, Maduro sale de nuevo con los mismos cuentos chinos y su retahíla de embustes, con lo cual lo que produce es más irritación en una ciudadanía que no lo soporta. Por eso el grito de solicitud de cambio retumba cada vez con más fuerza en todos los rincones de Venezuela. Es cinismo del más rancio salir nuevamente con la pose ensayada de prometer una investigación de lo ocurrido hace años en Cadivi, cuando Maduro sabe quiénes fueron los que guisaron con los dólares que se entregaron para comprar comida y medicinas.

Ya es conocido que lo menos que hicieron fue traer alimentos e insumos para surtir los centros de salud. Se robaron miles de millones de dólares. Es más, hay que darle un mínimo de crédito al exministro Jorge Giordani, quien lo admitió públicamente al reconocer el desastre que funcionarios y amigotes de este régimen perpetraron, a sus anchas, con las divisas que ahora están en los paraísos fiscales del mundo, mientras aquí se raspa la olla para pagar los intereses de la gigantesca deuda pública con la que esta mentira de revolución hipotecó el futuro de todos los venezolanos.

Nicolás Maduro está agotado y consumido en su fracaso. No tiene nada en el portafolio que se pueda llamar acciones económicas y sociales para sacar a Venezuela del pantano en el que la hunden. Por eso reincide en los anuncios chamuscados que no apuntan más allá de las medidas policiales, como esa de “supervisar los precios” de 50 productos. Es una política que nada tiene de economía y sí mucho de policial. Es repetir los operativos de persecución que terminan en matracas y extorsiones, mientras la inflación sigue volando muy alto. Los trucos de Maduro no dan resultados ante un pueblo que no les cree “ni el Padre Nuestro”. Se mantienen en el poder por la fuerza, por la arbitrariedad y por las componendas que les permiten continuar al frente de un régimen descalabrado, repudiado por más de 90% de los venezolanos.

La “genialidad” de Maduro es devaluar y devaluar para repartir bolívares que nada valen ante una escalada inflacionaria que se desplaza como una tromba, y se lleva por delante a la masa de trabajadores que no se dejan engatusar con esos continuos aumentos de salarios que son “pan para hoy y hambre para mañana”. Y en ese vía crucis estaremos penando mientras no se produzca un cambio de régimen.