Foto: Pixabay.

Las consecuencias que la toxoplasmosis pudiera tener sobre la salud de la mujer embarazada y el niño por nacer es motivo de preocupación. Cuando se adquiere por primera vez esta parasitosis en el embarazo, puede causar serios daños en el feto.

Se estima que más de un tercio de la población está infectada, ocurre en ambos sexos en la misma proporción y en condiciones normales sucede una vez en la vida dejando un estado de inmunidad permanente.

Es conveniente insistir que las posible consecuencias pueden ocurrir cuando la infección se adquiere por primera vez durante el embarazo y aumenta gradualmente con el progreso de la gestación. En términos generales, un tercio de las madres con infección aguda darán a luz un hijo con toxoplasmosis congénita (TC), en su mayoría con un desarrollo normal; sin embargo, 4% pudiera tener un desenlace fatal, tener un daño neurológico permanente o un compromiso visual desde los primeros años de vida. El control a través de las pruebas serológicas (IgG, IgM) debe ser realizado de rutina con el fin de ofrecerle tratamiento oportuno y así reducir la tasa de transmisión vertical o si la infección ya se produjo, reducir los daños fetales.

La madre se puede infectar generalmente por ingestión o manipulación de carne cruda o mal cocida, que contiene quistes tisulares o por ingerir agua, frutas, vegetales o también otros elementos como tierra y arena, contaminados, que se excretan en las heces de los felinos (gatos).

Casi 90% de las infecciones agudas por toxoplasmosis en la mujer embarazada pasan inadvertidas. Los signos y síntomas con frecuencia son tan leves que las mujeres ni siquiera los recuerdan al dar a luz a un recién nacido. Los más comunes son la inflamación discreta de los ganglios a nivel del cuello, y por rareza puede presentar fiebre de bajo grado, cansancio, malestar general y dolor de cabeza.

Aproximadamente 85 % de los recién nacidos con toxoplasmosis también pueden pasar desapercibidos, sólo 15 % puede presentar algunos signos como ceguera, anemia, ictericia, neumonitis, diarrea, entre otros y la tríada clásica es la hidrocefalia, calcificaciones cerebrales y la coriorretinitis.

El tratamiento debe ser específico en caso de infección toxoplásmica aguda adquirida durante el embarazo y en todos los niños con toxoplasmosis durante su primer año de nacimiento, el cual debe ser indicado oportunamente por el especialista. Los medicamentos pueden ser la espiramicina, pirimetamina, sulfadiazina, clindamicina, ácido folínico.

Actualmente hay disponibles varias técnicas serológicas de diagnóstico para el estudio de la infección materna, así como métodos directos moleculares para diagnosticar la infección fetal. La predicción del riesgo deberá siempre combinar la exactitud de las pruebas diagnósticas y el riesgo de transmisión materno-fetal.