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¿Quién puede creerle a Nicolás Maduro, Maikel Moreno o Padrino López sobre su «condena» al asalto perpetrado este 5 de julio a la Asamblea Nacional donde fueron brutalmente agredidos y secuestrados diputados conjuntamente con trabajadores y prensa acreditada? Una jauría hambrienta de violencia y sangre penetró la casa de la representación popular para caerle a golpes y herir con palos y tubos, armas blancas y de fuego a los diputados que conmemoraban la fecha Patria.

Hay autores intelectuales y materiales del hecho. Los primeros son los de siempre, los jerarcas quienes utilizan espacios mediáticos para amenazar e infringir miedo y terror paralizante a toda la nación que, a pesar del constante amedrentamiento, se manifiesta día tras día por un cambio de régimen. Esos figurones, tienen su corte que declara que hay que «caerle a coñazos a toda la oposición y meterlos presos» o que señalan a otros de lo que ellos son: asesinos, delincuentes que se excusan mintiendo al afirmar que los parlamentarios «provocaron al pueblo con disparos propinados desde la Asamblea Nacional». Es decir, la jauría fue a cantar, abrazar y amar a sus semejantes y para demostrarlo, se armaron de objetos contundentes, descargando cariño a patadas. Los autores materiales, por su parte, arremetieron con la tranquilidad de quién sabe que su delito quedará impune porque «estamos asumiendo la responsabilidad histórica de lo que estamos haciendo… porque estamos arrechos».

Mientras tanto, el país encadenado por la parada militar. Un desfile con poco pueblo y mucho miliciano que recibió como premio a su asistencia un «combo CLAP». El día en que conmemoramos la independencia, tenemos una milicia y fuerza armada esclavizada por un comandante en jefe extranjero. La casa de la representación popular asediada y atacada por el hampa, en perfecta unidad con la guardia nacional y el comandante encargado de la sede, ese que irrespeta y empuja al soberano al hacerlo contra uno de nuestros elegidos.

Estamos sin duda al final de un túnel muy oscuro, así son los tiempos finales de las tiranías, duros y cruentos, porque sus jefes se saben perdidos, solos y sin futuro. Los que creemos en la libertad nos llenamos de fortaleza ante la momentánea adversidad porque visualizamos la Venezuela que viene, esa donde no exista un ciudadano que sienta temor por expresar sus ideas abiertamente, donde nuestros hijos puedan ir a la escuela y nosotras sentirnos tranquilas porque los sabemos seguros. Ese país donde impere el respeto y la tolerancia, la justicia y no la impunidad. La Venezuela que viene tendrá instituciones y poderes sólidos y autónomos, organizaciones sociales y del mundo privado trabajando en pro de poner en marcha el gran potencial existente para nuestro desarrollo integral.

Hoy, en medio de los deplorables sucesos que hemos tenido que presenciar los venezolanos en nuestro parlamento, releí un discurso que pronunciará ante el Congreso de la República el hombre que me enseñó que todo debe darse por la conquista y/o mantenimiento de la democracia y la libertad. Tomo una de sus frases, la hago mía y comparto con usted, amigo lector. «La marcha de los pueblos es como la luz, que no deja sombras porque es luz que avanza siempre hacia el encuentro de una nueva claridad». (José Antonio Pérez Díaz)

¡Hacia ya vamos, al encuentro de un futuro luminoso!

pereznitu@gmail.com
@NituPerez