Después del hogar, el salón de clases es donde el niño recibe los cuidados, la guía y los conocimientos para su futuro.

Los maestros entienden muy bien esta relación y dejan una huella imborrable en sus vidas. Parece mentira que, en el primer mundo y en un estado con muchas riquezas materiales, este sagrado espacio de nuevo ha sido vulnerado por un flagelo que crece sin ningún control. En esta oportunidad, 19 niños entre 9 a 11 años y sus dos maestras, fueron asesinados.

El mundo entero ha reaccionado con estupor por el ataque mortal ocurrido en el Robb Elementary School, en Uvalde, Texas, protagonizado por un joven de apenas 18 años, quien irrumpió en el centro escolar fuertemente armado con una pistola, un rifle automático y cargadores de alta capacidad.

Hoy no hay certeza de acciones concretas que se vayan a tomar para evitar que vuelva a ocurrir, entre tanto, el miedo  se apodera de millones de hogares en los Estados Unidos, mientras todos lloramos la injusta muerte de esos pequeños y sus maestras.

El estado de Texas acumula desde el año 2013, 129 ataques, que lo lleva a ocupar el cuarto lugar en los Estados Unidos en casos aislados de ataques masivos, según la revista digital de noticias Insider.  

Resulta muy alarmante que en los cinco meses que han transcurrido de 2022, van 214 ataques en el territorio norteamericano,  mientras que en 2021 se registraron  228 en total, quiere decir, que muy probablemente en los meses restantes se vaya a registrar un año récord, si es que las autoridades no actúan con firmeza.

Desde esta sala de redacción, alzamos la voz por la paz y por políticas que aborden el problema desde diversos ámbitos, tanto como limitar el acceso a las armas a la ciudadanía, como a promover políticas de sanidad mental para detectar de forma temprana amenazas.

Necesitamos sociedades sanas, donde se respeten los derechos y se promuevan los buenos valores familiares, donde las escuelan sean centro de referencia de tolerancia y buenas prácticas de convivencia.